Acercamiento al fenómeno de la innovación disruptiva
Parece que todo fue ayer. No había empezado la revolución 4.0 y las cosas iban a una velocidad que no era difícil seguir. Hoy, que también es mañana y pasado mañana por el ritmo vertiginoso al que van los avances ahora, apenas da tiempo de comprender una novedad cuando ya han salido cinco más y veinte herramientas para implementarlas. Nuestra vida se articula en tiempos distintos debido al ritmo de la tecnología, y nuestra realidad está cada día más fundamentada en estos avances, que están modificando nuestra manera de entender el mundo. Por ejemplo, nuestras preocupaciones; cada día hay más personas preocupadas por los datos que van dejando, como un rastro de migas, en esta nube inabarcable que es internet. Cada día más gente es consciente del valor de algo que hace dos décadas no se nos ocurría que nos fuera a quitar el sueño nunca. Esto es la disrupción tecnológica: una innovación que transforma nuestros miedos, aspiraciones e incluso nuestros valores. Un cambio que trae consigo un impacto en nuestra sociedad y nuestras vidas.
Y, por supuesto, la aparición de tecnologías basadas en la disrupción está creando nuevas necesidades. A nadie en los 80, por ejemplo, se le pasaba por la cabeza que su Walkman le hiciera sugerencias de restaurantes cercanos, o le recomendara listas de reproducción según su estado de ánimo. Ni se exigía, ni era necesario. Ahora, un asistente virtual llamado Alexa te recita un poema de amor, te cuenta un chiste, te dice qué ponerte y, si le das un par de años, te arropará y te dará un besito de buenas noches.
El dilema de dónde, cuándo y cómo surge la innovación disruptiva sigue siendo un misterio, tenemos tan sólo un campo de estudio empírico que analiza los resultados de lo disruptivo cuando estas innovaciones ya se han dado y han cambiado muchos de nuestros hábitos como sociedad. Ejemplo de ello puede ser Spotify, que a día de hoy rivaliza con el medio más estable de la historia de la comunicación, el que mejor ha resistido a los impactos de los inventos del siglo XX y que, hasta ahora, parecía intocable: la radio. La innovación disruptiva no cambian, per se, el producto, sino que tienen la capacidad de satisfacer nuevas necesidades accesorias que llegan a ser fundamentales, que pasan a ser el reclamo. En el caso de Spotify el producto es el mismo que la radio: música y contenidos radiofónicos. Pero Spotify lo tiene todo en una misma plataforma, se puede consumir en cualquier momento y puedes clasificar y guardar tus contenidos favoritos en listas de reproducción. ¿Sigues pensando que Spotify vende música y contenidos radiofónicos?
Podemos verlo también en Uber, que ofrece los mismos servicios que los taxis tradicionales pero (y este es un gran PERO) ofreciendo a través de la tecnología cierta autonomía y control al usuario y alterando el modelo transaccional, enfocado en eliminar barreras que surgen en el momento del pago, ya que ahorra al usuario la desagradable sensación de un desembolso-sorpresa y, además, manual. El control del coste y la sensación de haber vuelto a casa gratis. Eso es lo disruptivo de Uber o Cabify.
Estas empresas desestabilizan y “rompen” el mercado porque resuelven los vacíos que las empresas establecidas, en su tranquila y próspera estabilidad, no se encargan de satisfacer, creyendo que no les hace falta cambiar nada, que les va muy bien así. Mientras tanto, esas empresas de base disruptiva van “convirtiendo” a nichos de usuarios minoritarios, provocando que sean estos los que empujen a los clientes principales de las empresas asentadas a alterar sus hábitos y, con ellos, el consumo de toda una sociedad. Las empresas establecidas han de mantener su modelo para satisfacer a los clientes que les quedan, de modo que no hay tiempo de reacción, ya que no pueden dejar de satisfacer a esa base de clientes principales, que van a terminar irremediablemente emigrando a la empresa disruptiva.